En la casa por la noche, los niños muertos cantan
canciones paganas. Juegan con autos y muñecas y saltan en las camas
polvorientas.
Sus bracitos son
demasiado frágiles y se pueden quebrar. Pero ¿qué importa? Ya no sienten.
No pueden sentir
el calor de un abrazo, o el sabor de una manzana, o el aroma de las flores del
cementerio.
Pero estoy seguro de que ellos sienten más
cosas que vos.
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