*Visitas*

miércoles, 26 de septiembre de 2012

 Asfixiado entre almohadas, el chico permanecía inmóvil.
 Sobre las sábanas habían cientos de cartas, líneas que había leído interminablemente.
Las agujas del reloj giraban con una lentitud espantosa. Luego hacia atrás, luego se detenía. Parecía que se divirtiera gastándole esta broma.
 Todos quieren atarlo para que no escape y entonces, sin poder evitarlo él se hunde (se hunde, se hunde, se hunde: Hasta que lo devoren los almohadones de plumas).
[Yo creo que si los corta con las tijeras y lanza las plumas al aire se sentirá mejor.
            Pensará, tal vez esté tan loco que lo pensará, que tus alas lo rodean y lo reconfortan.]

              Estúpidas ilusiones de un humano.

                       Pero sólo tiene ahora su imaginación.


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